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Francisco es sometido a un linchamiento que fracasará

- Noticias del Conurbano Norte - junio 03, 2016

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El pueblo tiene una especial tarea al acreditar o no a su pastor religioso. Cuando digo acreditar, pienso en dar crédito, valorar, apreciar, avalar, aprobar lo que dice, lo que hace, su coherencia, su persona.
El pueblo sabe de qué se trata y en esta especial misión de dar crédito a sus pastores, tiene como un olfato, como una intuición particular que lo autoriza para desentrañar quién es un verdadero pastor, de otro falso. El pueblo es además competente para traspasar imágenes, fotos, comentarios, análisis, etc., que intentan direccionar hacia un único sentido, tal vez el que más le conviene al que emite esa imagen u opinión y carga con una intencionalidad muchas veces encubierta y dañina.
Por momentos, se hace difícil saber por qué y en base a qué se dicen y hacen ciertos comentarios y acciones. A veces, parece que la dinámica de los acontecimientos nos dejan a todos como presos en razonamientos raros y extraños que nos lleva a vivir una especie de autoboicot colectivo que mata lo mejor de nosotros mismos.
El desafío de un pastor religioso, que por momentos debe ocupar un lugar profético, es que en ciertas ocasiones está obligado a salir de la lógica de la acreditación de los otros y asumiendo su condición humana, pecadora y pobre, pero también libre, debe jugar su vida escuchando en lo secreto de su conciencia la voz y el querer de Dios y decirla y hacerlo guste o no guste a todos o a algunos. Es otra lógica a las lógicas de la política, a la de los medios de comunicación, a la de los negocios, a la lógica de las conveniencias y del poder. Es la lógica del Evangelio de Jesús que lo lleva a morir por hacer presente el querer de Dios sobre el mundo y su historia.
Soy consciente de que estamos en un lugar delicado, porque algunos fundamentalistas pueden tomarse de esto para decir y hacer barbaridades. Alguno puede pensar, y lo entendería, que en sociedades democráticas no hacen falta personas que asuman esta misión, la de decir y hacer lo distinto, lo que va contracorriente y muchas veces resulta ser contracultural. Personalmente, creo que hoy el mundo las reclama y las necesita mucho.
Me llamó la atención el premio Carlomagno que Francisco ha recibido este año por ser "la voz de la conciencia de Europa, que recuerda a la ciudadanía la necesidad de dar prioridad a las personas y de que Europa debe mantener su compromiso con la libertad, la paz, la justicia, la democracia y la solidaridad". En esa misma celebración, llena de primeras figuras, el Papa pregunta: "¿Qué te ha sucedido Europa humanista, defensora de los derechos humanos, de la democracia y de la libertad? ¿Qué te ha pasado Europa, tierra de poetas, filósofos, artistas, músicos, escritores? ¿Qué te ha ocurrido Europa, madre de pueblos y naciones, madre de grandes hombres y mujeres que fueron capaces de defender y dar la vida por la dignidad de sus hermanos?".
No parece ser Francisco un hombre que adecue su discurso a la lógica de la conveniencia o de la imagen. Tal vez, lo que más resuena e incómoda es su opción afectiva y efectiva por los más pobres. Sus viajes por algunos países de América Latina han dejado una huella duradera en la conciencia de nuestro pueblo continental. El Papa es una voz disonante y distinta, una voz molesta frente a cualquier tipo de atropello a la dignidad de los más pobres, sea que provenga de los sistemas políticos y económicos establecidos, de grupos de poder, de mafias enquistadas o modernas. Frente a cualquier tipo de situación difícil o adversa, Francisco ni calla, ni deja de hacer.
Me pasó algo extraordinario el día en que Francisco fue a Lampedusa, su primer salida pastoral y profética hacia los emigrantes, expatriados, me llamó por teléfono y al decirle que estaba maravillado de lo que había hecho, su respuesta fue aún más significativa para mí: "Estaba rezando y sentí que debía ir".
Entiendo que a muchos les resulte difícil aceptar de buen grado estos códigos más religiosos, de orden más espiritual y más pastoral. Lo entiendo sobre todo en aquellos que creen que todo en el papa Francisco, lo que dice o lo que hace, está como teñido de un tinte político y entendiendo aquí a la política como una acción cargada de segundas intenciones. Pero debo decir que estamos frente a una persona con una lógica y una responsabilidad bien distinta. Francisco es un Papa pastor y además, estoy convencido que ha asumido y hecho carne en lo más profundo de su corazón la lógica de la Misericordia.
Un pastor bueno y verdadero se hace frente a Dios y a las personas, no sólo frente a las personas, no sólo frente a Dios. Es una persona sometida a una tremenda y permanente tensión interior, de la que no puede escapar y en la que debe discernir, con cuidado y realismo, en fidelidad a Dios y a las personas simultáneamente, debe discernir qué decir, qué hacer, cuándo, cómo. Entonces, el resultado de ese discernimiento, es una palabra, un gesto, una acción que muy posiblemente más de uno de nosotros no vamos a entender, o que no será de nuestro gusto o agrado y que incluso puede llevarnos a la decepción o desilusión: "No esperaba eso de él".
Más allá de la imposibilidad de conformar a todos, un pastor bueno se acredita frente a Dios y paradójicamente, muchas veces, no siempre, pero la mayoría de las veces, los contratiempos y las contradicciones, suelen ser una confirmación que la opción tomada indica que ese es el camino correcto a recorrer, con la ineludible exigencia de seguir adelante sin mirar para atrás. En esas situaciones, de las que tiene muchas, Francisco suele decir con humildad: "el Señor me da paz", y ese suele ser el sentimiento que Dios le regala para confirmarlo en ese camino.
Entonces se me ocurre pensar que es aquí, justamente aquí, donde se activa el olfato del pueblo para descubrir la autenticidad del pastor que más allá del pellejo personal, busca responder fielmente a Dios y decir y hacer lo que Él le manda decir y hacer, incluso cuando va contra la lógica de la corriente o de lo políticamente correcto.
Seguramente y por este motivo el mismo Jesús acuño esa vieja y célebre frase que pasó a la historia: "Nadie es profeta en su tierra". Y todos sabemos que a los profetas se los termina matando. Percibo que Francisco está siendo sometido por momentos a un cierto llamémoslo, linchamiento mediático y político, que estoy seguro fracasará frente al olfato del pueblo.


Por: Jorge Eduardo Scheinig
Carta de opinión publicada en Infobae
El autor es Párroco de San Gabriel de la Dolorosa en Vicente López.

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